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Noticias del mundo: este lunes 8 de mayo se celebrará en la ciudad de Buenos Aires el primer parcial de Física Teórica 1, 2017, primer cuatrimestre. Las puertas se abrirán a las 9 horas, pero se esperan filas de campistas durmiendo al sereno desde la tarde del viernes. En tono con la relevancia del evento, las autoridades de la Faculdad le destinarán el Aula Egregia, también conocida como Aula 2, que cuenta con las últimas innovaciones tecnológicas en materia de bancos. (más noticias del mundo, aquí)

También de su interés: los asistentes al parcial podrán recurrir a la ayuda (o al impedimento, según se mire) de un libro. Yo personalmente recomiendo el libro Comeclavos, de Albert Cohen, Anagrama 2006, del cual proviene el siguiente extracto:

–¡Retoño Mayor! -repitió Comeclavos.

Se abrió la puerta y el minúsculo Éliacin, de seis años, entró como una tromba. Descalzo como su padre se quitó su pequeña chistera y se puso firmes, curiosamente parecido a un pingüino, con su levita negra, cuyas solapas abiertas mostraban la pálida quilla de su menudo torso desnudo.

–¡A sus órdenes, estimado Padre!

Comeclavos lo observó en silencio, admiró la frente abombada y los inmensos ojos de largas pestañas de su preferido.

–¿Por qué tardó usted tanto en contestar mi llamada, caballero? -preguntó severamente.

–Estaba reduciendo el universo a una sola ecuación -contestó el niño-. De ese modo, haré lo que no pudieron hacer Newton ni Einstein ni el príncipe de Broglie, inventor de la mecánica ondulatoria, sobre la que, por cierto, tengo ciertas reservas.

–¿El príncipe de Broglie? -inquirió Comeclavos, fascinado.

–Lo que me propongo es, partiendo de una definición física del punto, encontrar una función matemática que pueda explicar simultáneamente las leyes que rigen las fuerzas gravitatorias y electromagnéticas, y ello teniendo en cuenta la relatividad  generalizada, el cuantismo y las teorías probabilísticas.

–¡Ven a mis brazos! -gritó Comeclavos.

Se inclinó y el pingüino dio un brinco, sin soltar su minúsculo clac. Tras un patético abrazo, cuyo espectáculo espió en el espejo roto, Comeclavos depositó suavemente a su hijo en el suelo.

–Muy bien -dijo-, sigue así, hijo mío, ¡y bájale un poco los humos a ese príncipe! Y ahora pasemos a las cosas serias, que lo que vamos a tratar hoy deja chiquito al universo.

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