Kant y el tiempo

Puntualidad de los filósofos I

El profesor Kant es tan regular en sus costumbres que cada día esperamos su paso para poner en hora nuestros relojes. Cruza la calle siempre por esta esquina a las cuatro en punto de la tarde. El resto del universo, en cambio, es irregular, confuso, impredecible. A las cuatro en punto de la tarde a veces brilla un sol violento y a veces es de noche. Hay días en que recién acabamos de cenar y otros en que las cuatro de la tarde llegan inmediatamente después del desayuno. Los peores son esos días de infierno en que las cuatro en punto vuelven una y otra vez, casi a cada momento. Imagínese usted en qué horrible caos viviríamos si no nos informara el profesor Kant, con su paso regular y confiable, cuando están empezando a ser otra vez esas veleidosas cuatro de la tarde.

Puntualidad de los filósofos II

Todos ponen en hora sus relojes al paso preciso del profesor puntual. Así, cuando Kant se va de viaje, la gente del pueblo no logra ponerse de acuerdo, algunos relojes atrasan y otros adelantan, la maestra llega a la escuela cuando los niños ya se han ido, los novios no coinciden en la iglesia a la hora de la ceremonia de bodas (muchos matrimonios fracasan antes aún de haberse realizado) y se producen batallas callejeras para decidir en qué momento exacto debería escucharse el tañido de las campanas.
Para evitar esos viajes que ponen en peligro a toda la comunidad, alguien propone distraer al profesor para que llegue tarde a la estación, sin medir las consecuencias de semejante confusión de horarios, el riesgo de que el tren les atropelle el tiempo haciéndolo pedazos.

Puntualidad de los filósofos III

La puntualidad del profesor nos permite conocer a su paso la hora exacta. Cuando Kant no está en el pueblo, su ausencia produce en el tiempo un hueco peligroso que absorbe con la fuerza de un remolino o de un agujero negro: cómo vuela el tiempo, suspiran todos. Y hacia dónde, se preguntan algunos.

Puntualidad de los filósofos IV

El profesor Kant pasa por aquí todos los días exactamente a la misma hora. Usted escuchará este comentario en cada una de las calles del pueblo, con una curiosa coincidencia en las cifras. Se preguntará, entonces, cómo es posible que el profesor Kant pase por lugares tan alejados unos de otros, todos los días a la misma hora. Es que se trata de una hora faldera, domesticada, una hora que se ha encariñado de tal manera con el profesor que cuando Kant sale a dar su paseo, está dispuesta a abandonar la manada salvaje del tiempo para seguirlo por donde quiera que vaya.

Puntualidad de los filósofos V

Cuando el profesor Kant da su paseo habitual caminando hacia atrás, hasta la leche vuelve a entrar en las ubres de las vacas.

Puntualidad de los filósofos VI

Para castigar a un alma tan puntual como la del profesor Kant, el demonio lo condena a vagar por el Paraíso, donde el tiempo no existe, donde a nadie le importa que hora es, donde el concepto mismo de las horas ha sido abolido porque nadie desea nada.

Puntualidad de los filósofos VII

Kant merece ser premiado por su ética, por ese imperativo categórico que tantas veces el Señor trató de imponer a través de numerosas y fracasadas religiones. La puntualidad es el máximo placer en el que se regodea el alma del profesor. Podría serle útil en el infierno, donde los condenados cuentan cada minuto de castigo. Pero ¿cómo premiarlo en el Paraíso, donde la eternidad es tan intensa que no deja lugar a ninguna esperanza? Y el Señor, compadecido, crea para él un breve tiempo que lo rodea y lo sigue como una nube personal, oscura, protectora: Kant y su tiempo vagan inefables por las eternas praderas mientras los ángeles ajustan las clepsidras a su paso.

(Ana María Shua, Botánica del caos. Link en la imagen.)

El tano Lagrange

Desde el consulado de Italia en Argentina, más precisamente desde la Secretaría Consular para la Concordia de los Pueblos,  recibimos una violenta carta documento intimándonos a informar que Lagrange no nació en Buenos Aires, ni en Tacuarembó, ni en Toulouse, como quiere la leyenda. Por el contrario, Giuseppe Lodovico Lagrangia (Joseph-Louis Lagrange para la fama) nació en la ciudad de Turín, más conocida en el mundo como La capital automovilística de Italia, y de ahí el dicho popular “Lagrangia guida meglio ogni giorno”.

Aprovechamos este lugar para inaugurar nuestra sección Citas Citables:

When first exposed to Lagrangian mechanics many students experience a sense of euphoria which translates into an ability to forge ahead with the formulation of mechanics problems which,  just previously, had seemed frought with almost insurmountable difficulty… Once past the honeymoon of the first set of hand-picked problems chosen to advertise the method, the student realizes that Lagrangian mechanics also has its nonintuitive aspects, now perhaps made more so by being buried under one more level of formalism. [link]

Alumno luego de ser expuesto a una dosis de Lagrange (foto: archivo)

Con el diario del viernes es otra cosa

(Actualizado y corregido – domingo 16:45) Para remediar los puntos oscuros de la clase de práctica del jueves pasado, atribuibles más que nada a la estrechez del pizarrón, [aquí] está el libreto original, según indicaciones del propio autor. Como siempre, si algo no se entiende o les parece que directamente está mal, consulten.

Aprovechamos además para invitarlos a participar en el siguiente gran concurso gran, cuyo ganador será elegido entre los que mejor contesten a la siguiente pregunta: ¿De qué se está sonriendo d’Alembert en la foto que le tomaron para la wikipedia?

A propósito del problema 2 de la primera guía

Para que vean que Landau y Lifshitz son personas de trato razonable, miren las secciones 11 y 12 de su libro. Salvo el primer párrafo, que habla de lagrangianos, todo el resto debería resultarles inteligible. De este modo se van conociendo.

Dijo Goldstein:

L.D. Landau y E.M. Lifshitz, Mecánica. Este es el primer tomo del Curso de Física Teórica, monumento al genio de Lev Landau. Contiene una cantidad de materia enorme en el breve espacio de 200 páginas  (en la traducción española) y la lectura atenta de cualquier tema de este libro se verá bien recompensada. El estilo puede decirse que es de «razonamientos gesticulados» escritos en un papel, y a veces se encuentran lagunas en el razonamiento, pero la visión física es maravillosa. 

[L. D. Landau and E. M. Lifshitz, Mechanics. This is the first volume of the Course of Theoretical Physics, that monument to the genius of Lev Landau. An incredible amount of material is contained within the brief compass of the 166 pages (in the English translation), and careful reading will be repaid in relation to almost any topic in the present book. The style might be described as that of "hand-waving arguments" written down on paper, and some holes are often left in the reasoning, but the physical insights are invaluable.]

Aprovechamos para Inaugurar nuestra sección Mejores Tapas del Rock Nacional. Hoy es el turno del disco Classical Mechanics de John Taylor.

Guía 1

En este sencillo pero complicado acto publicamos la primera guía de la materia, [aquí], para hacer con los ojos cerrados. Más novedades por venir. Suscríbanse para recibir las actualizaciones y los cupones de descuento.